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Visa artística al interior del ser.
Texto: Francisco Rodríguez-Prada
Catalina Muñoz Gómez, artista colombiana, es una persona extrovertida, de risa fácil, muy receptiva y amigable. Charlar con ella es como vadear un rio tibio, de argumentos cristalinos, en donde la luz chispeante conduce a la otra orilla. En aquella instancia, su amistad, los recuerdos del amor de familia y sus amigos, dimensiones perennes para pasar un momento agradable pintando.
Las pinturas de Catalina abarcan el arte figurativo, naïf y kitsch. Naïf por la figuración infantil de sus célebres retratos, kitsch por los colores intensos, las caracterizaciones de personajes de farándula y las imponentes series florales. En contraposición a ello, sus pinturas abstractas marcan una etapa introspectiva de acción artística. Etapa en donde el momento pictórico se da como una forma de habitar el propio cuerpo. El arte resulta como un transitar vital, una visa al interior del ser, y desde su corporeidad, pintar y presentarse a sí misma ante el mundo.
Catalina fue diagnosticada con síndrome de Silver Russel y síndrome de Arnold Chiari. Fue acogida por su familia con los más exquisitos cuidados. Su trayectoria de aprendizaje ha estado trazada por terapias y Educación con Necesidades Especiales (NEE). A sus 7 años sobrevive a delicadas cirugías inspirando a su familia a una vida de acción altruista. La Artista comienza su carrera a los 19 años en el 2015, por incentivo de su mamá Doña Luz Dary Gómez quién identifica las aptitudes pictóricas de Catalina.
Catalina es consolidada como retratista-pintora gracias a la instrucción académica de la tutora docente Mery Ruth Monsalve quién conduce a un nivel avanzado las aptitudes de su alumna. Monsalve coordina las habilidades de Catalina en las áreas de la Percepción Visual, el Procesamiento Cognitivo de imágenes y las habilidades de Motricidad Fina para dibujar en gran formato, proponer esquemas cromáticos y compositivos. Juntas logran las importantes series de retratos y de flores.
En el 2022 se convoca al docente Rodríguez-Prada para explorar con Catalina la pintura abstracta. Se ejercitan aptitudes artísticas propiciando pensamiento inductivo en la mezcla de colores, la interacción cromática y las jerarquías compositivas. Se asumió aprendizaje empírico en la yuxtaposición de las formas, las manchas, la pincelada, las texturas, sus ritmos y sus tensiones. Se facilitaron metodologías y procesos técnicos de sobreposición de capas y transparencias para la ejecución de las obras. Se valora no solo el resultado formal de la pintura abstracta, sino la acción artística en sí misma como un Momento Pictórico del Ser. De ahí deriva el nombre de la serie.
En las pinturas de Catalina convergen espacios mentales que nutren el raudal creativo y la fruición por la acción de pintar. La asistencia de un tutor, los espacios mentales, marcan una ruta metodológica en donde el transigir de las pinceladas, las tensiones cromáticas, el cotejar de voluntades, propician los cimientos del acto artístico. Sucede un viaje de alteridad e intersubjetividad, una comunión pictórica, un evento de neuroplasticidad, de empatía y de amistad. Los actores condensan manos, mentes y corazones habilitando la obra plástica. Se propende por hacer de la condición de discapacidad no un límite sino una frontera de extensión artística.